lunes, 23 de enero de 2017

Sí, todo habría cambiado...

Érase una vez un niño. Un niño que sólo contemplaba hechos fantásticos, un niño repleto de imaginación, un niño con un afán por la acción, las armas, el deporte, un niño que le costaba hacer amigos. Un niño que tan pronto como en su infancia, no buscaba amigos para desenvolver sus momentos más relajantes, un niño que se acostumbró a criarse entre adultos, un niño con bastantes problemas en casa. Sí, hablamos de un niño peculiar, que fuera de su peculiaridad era todo normal. Aun así, él estableció desde muy pequeño una serie de principios. Desde que apenas los niños podían sacar su pensamiento a algo que no fuera el juego y la diversión, él estableció madurez y responsabilidad. Sí, hablamos de mi cuando era un chiquillo. Dentro de mis historias fantásticas, las cuales yo sólo era dueño del argumento, me encantaba utilizar armas, crear acción, seguir una disciplina de soldado y siempre ir acompañado de una chica igual de guerrera que yo, la cual me besaba al final de mis historias. Después de más de diez años, este niño ha crecido y ya es todo un hombre. Y hasta ahora no sabía lo especial que era y sí, especial. Hace poco mis parientes más cercanos me revelaron que yo era un niño con capacidades especiales. Resultaba que mi adquisición de madurez rápida, mis problemas a una edad tan delicada, hicieron que yo fuera por delante de los demás en cuanto a las ganas y la motivación para aprender. ¿Te imaginas dónde estaría ahora si mis parientes no hubieran decidido que me quedase en el nivel donde empecé? ¿Te imaginas hasta donde hubiera triunfado por esa capacidad? El mundo que habría recorrido, los conocimientos que ya habría adquirido los hubiera transformado en bienes materiales y en los que todos deseamos tener ahora mismo. Constantemente me fijo en las cosas que no poseo, en lo duro que es afrontar ciertas situaciones económicas, en la ¨poca suerte¨ que he tenido… Todo esto se habría esfumado, si hubiera avanzado de curso y me hubieran puesto donde mi mente mandase. Sí, todo habría cambiado mucho, pero a la vez un sentimiento me aflora en mi mente. Si todo eso hubiera sido tal como lo describiese, no habría acabado en un instituto de barrio, compuesto de gran cantidad de alumnos de barrios marginales, profesores incompetentes, dirección nula y unas reglas que nadie respetaba. Sí, hablamos del instituto dónde conocí a las mejores personas que me acompañan durante muchos años, personas a las cuales no me hace falta contarle mis problemas, porque sólo con verlos me entran ganas de comerme el mundo. Por otro lado no hubiera estudiado la carrera a la que tantas horas he dedicado, una carrera que presume de muchas salidas laborales, de dar formación práctica para el mundo laboral, y que promete una serie de aptitudes que jamás cumple. Sí, hablamos del grado dónde conocí a la mejor persona de mi vida actualmente. Una bellísima mujer que hasta día de hoy sólo ella sabe sacarme de los pozos más profundos y a la cual admiro como la guerrera que describía en mis historias fantásticas. Tal vez no disponga de muchos bienes materiales, tal vez me encuentre por debajo de una lista de candidatos excepcionales, pero el destino quiso dejarme un regalo hermoso, del cual disfruto día a día. ¿Sabes qué? Me encanta tener esa suerte tan escasa, porque lo que he adquirido junto a personas como las descritas, es lo mejor que me ha pasado en mi vida.